Accidentes y vacaciones

Llegan las vacaciones de verano, enhorabuena. Por fin un tiempo de descanso y diversión. Nos imaginamos las caras felices de los niños al llegar a la playa o al monte, al camping o al hotel, donde van a descubrir un montón de cosas fascinantes. A nosotros nos toca procurar que lo hagan de forma segura. Porque el nuevo entorno, civilizado o salvaje, puede entrañar riesgos para ellos, especialmente para los más pequeños. ¿Cómo protegerlos? He aquí algunas recomendaciones básicas:

  1. El traslado La mayor parte de las veces será en el automóvil propio, donde ya contaremos con los dispositivos de retención infantil adecuados. En caso contrario, instalarlos en el vehículo y probar que el niño queda bien sujeto y está cómodo. Si el trayecto va a ser largo, programar paradas en el itinerario para que pueda descansar, comer, beber, o ir al WC. En las paradas, nunca dejar al niño solo y sin vigilancia dentro del coche, por el riesgo de que sufra golpe de calor. Ésta es una situación grave y urgente, que afecta sobre todo a los más pequeños porque tienen menor capacidad de sudoración, con lo que su temperatura corporal aumenta rápidamente. Asegurarse de que toma suficiente líquido durante los desplazamientos.
  2. Llegando a destino Tan pronto dejemos el equipaje en la habitación, haremos una cuidadosa inspección del interior de la vivienda. Tenemos que comprobar que no hay enchufes sin protección o utensilios eléctricos (ventiladores, luces,  secadores de cabello) que puedan ser peligrosos para los más pequeños. Revisar baños y cocina en busca de productos de limpieza u otros tóxicos para ponerlos fuera de su alcance. Y finalmente, ventanas, balcones y terrazas donde comprobaremos si existen huecos por donde puedan colarse y sufrir caídas, o mobiliario en el que pudieran subirse y alcanzar el borde. 
  3. En el exterior hay que prestar atención a los accesos, escaleras, ascensores, rampas, cuartos de servicio que puedan contener maquinaria o herramientas.Si hay acceso directo a una calle donde circulen vehículos, asegurarse de que no puedan salir, echando la llave o poniendo un seguro en la puerta.
  4. A la zona de baño, playa o piscinas, nunca deberían acceder solos los menores de 5 años, incluso si ya saben nadar. Siempre deben ir provistos de manguitos flotadores. Bastan unos centímetros de agua y unos minutos de distracción para que un niño pequeño pueda sufrir un ahogamiento grave. Cuando se están realizando obras o tareas de mantenimiento de las piscinas hay que alejar de ellas a los niños. A los adolescentes, advertirles de no bañarse en zonas de la costa que no tengan vigilancia o no estén habilitadas para el baño (puertos, acantilados, etc.) En los ríos y lagunas, donde el fondo no se ve fácilmente, hay que ser especialmente prudentes con las zambullidas
  5. Las zonas recreativas para los niños a veces no están suficientemente conservadas en algunos destinos vacacionales, y hay que comprobar si columpios y toboganes son seguros antes de que los prueben ellos.
  6. En zonas rurales hay que contar con la presencia de animales sueltos, y con la fauna local de reptiles, insectos y arácnidos. La mejor protección es que lleven ropa y calzado adecuados, loción repelente de insectos y que no accedan a cuevas o edificaciones abandonadas. En las excursiones es fácil que a los niños les llamen la atención las bayas y frutos silvestres, entre los cuales algunos son venenosos. Incluso si se trata de las frutas habituales, los plaguicidas que se les aplican no se eliminan hasta su recolección, y además ¡no está bien robársela!   
  7. Si se estrenan juguetes o accesorios de playa, asegurarse de que sus piezas no son peligrosas para los más pequeños, y de que las bolsas de plástico en que vienen envueltas no quedan a su alcance, por la posibilidad de sofocación si introducen la cabeza en ellas. Vigilar que las pilas de botón no sean ingeridas, ya que pueden producir lesiones internas graves.
  8. Busquemos un espacio seguro para las salidas en bicicleta, patines o vehículos eléctricos. Nunca utilizar carreteras donde circulen automóviles o camiones, y recorrer el trayecto con antelación, por si plantea pendientes u obstáculos que sean peligrosos para los niños, teniendo en cuenta su escasa pericia.
  9. Los deportes de aventura deben hacerse siempre bajo la supervisión de un experto, que además indicará las edades apropiadas para cada deporte. No es aconsejable incluir niños en actividades diseñadas para grupos de adultos.
  10. Consumiendo comidas o bebidas fuera de casa, especialmente en locales provisionales de temporada, revisar siempre el contenido de los platos de los niños y aceptar sólo bebidas envasadas que sean abiertas en el momento de consumirlas.

Durante las vacaciones se producen la mayor proporción de los accidentes relacionados con el tráfico y las actividades deportivas. Pero también es en vacaciones cuando podemos compartir más tiempo con nuestros hijos y ayudarles a descubrir un entorno distinto y experiencias únicas. Seguir este sencillo decálogo puede ayudar a que disfrutemos con ellos plenamente y sin contratiempos.   

La cuarentena y la nutrición infantil

Un estruendo de cristales rotos cuando estalla el escaparate del supermercado y después, la gente entrando en tropel, luchando por acaparar los alimentos que desaparecen rápidamente de los estantes… Afortunadamente no es más que una pesadilla con la que me despierto estos días de incertidumbre y tensión emocional por la cuarentena.

Pero es verdad que las estanterías de los supermercados se vacían rápidamente por las mañanas. Tal vez haya menos personal para reponer, o estamos acumulando de forma poco racional alimentos y otros productos (¡papel higiénico!) como si fuese a acabarse todo en cuestión de días. Sabemos que no va a suceder, pero aumentamos la compra compulsivamente.

Al llegar a casa, apenas encontramos lugar para todo lo que hemos adquirido. Lo peor: los alimentos perecederos, porque la nevera no alcanza para tanto, y aún menos el congelador. Una compra previsora incluiría conservas de lata o en bote de cristal, legumbres secas, fruta fresca para la semana, frutos secos, huevos y las carnes y verdura fresca o congelada que vayamos a consumir. La leche en envases de cartón o la leche en polvo se conservan bien a temperatura ambiente. Atención a la caducidad de los postres lácteos que precisan nevera. El pescado congelado o en conserva mantiene todo su valor nutricional.

Los niños están confinados en casa, ya no comen en el colegio, y hay que preparar sus cuatro o cinco comidas diarias. Para ellos es una situación inusual, y esperan que, como durante las vacaciones, se les permitan menús improvisados (pizzas, sándwiches). Por otra parte, los papás tienen un repertorio limitado de recetas y si deben atender a su trabajo telemáticamente,  carecen de tiempo para esmerarse en la cocina. Hay muchos sitios en internet donde aprender recetas fáciles y apropiadas para los niños. Pero hay que estar atentos a su composición.

Porque por breve que vaya a ser el paréntesis de la cuarentena, los niños deben seguir recibiendo una dieta equilibrada: Verdura fresca o cocinada a diario, fruta dos veces al día, legumbres dos veces por semana, alternar carnes, pescado o huevo durante la misma, arroz, papas, pan o pasta en cantidad proporcionada, y al menos, dos raciones de lácteos diarias. Hay que tener en cuenta que la actividad física se ha reducido al mínimo en los niños confinados en un piso, y su gasto en calorías ha disminuido considerablemente. Por lo tanto, seremos más estrictos evitando cualquier alimento superfluo (golosinas, aperitivos) y ajustando las raciones, especialmente en los que ya tienen sobrepeso. Los niños pueden entender, a su nivel, las circunstancias excepcionales que estamos atravesando, y que hay que continuar con unos horarios estables, tanto de comidas como de sueño, como para hacer los deberes y para jugar.

También esta cuarentena ofrece oportunidades. El tiempo que disfrutamos ahora con los niños nos permite ayudarles en sus tareas, escuchar sus opiniones y su particular visión de estos días de confinamiento, y además mejorar algunos aspectos de su educación. Ya que van a estar ahí mientras ponemos la mesa o preparamos la comida, les haremos participar en la confección de los menús, comprender lo que contiene cada plato y qué cosas no pueden faltar. Seguramente lo captarán enseguida y se convertirá en un juego, ya que ellos poseen la magia para hacerlo.

SOLOS EN CASA

No lo habíamos previsto. Nadie pensó seriamente que íbamos a estar recluidos en casa con los niños. Tal vez sí, que ellos iban a quedarse sin colegio, y que habría que recurrir a los abuelos (como siempre) o bien, contratar a alguien para hacer de canguro.

Pero la realidad se ha impuesto, y aquí estamos. Los mayores en paro forzoso o trabajando desde casa, con los niños demandando atención todo el día. Hay que reconocer que nunca, ni en vacaciones, habíamos pasado juntos tantas horas seguidas.

Hay que responder a esta situación con buen ánimo y serenidad, como en las grandes ocasiones. Pero cada día empieza con un reto que hay que afrontar. Por ejemplo, los horarios habituales se relajan, y con ellos los deberes, el aseo diario y las comidas. Si hay más de un pequeño en casa, seguro que van a pelearse por un juguete o por el mando del televisor. Hay que estar preparados, organizar unos nuevos horarios y atender a cada uno de ellos al menos un rato al día. Si sólo hay un niño, hay que jugar con él y poner imaginación para que esté entretenido mientras nos ocupamos de la casa o del teletrabajo. Hay varias alternativas: una,  los videojuegos y los dibujos animados, pero otra mejor, pedirles ayuda en lo que estemos haciendo, sea ordenar, limpiar o preparar la comida. El lavado de manos, tan importante para evitar los contagios, se puede prolongar acompañándolo de una canción que dure 20-30 segundos.                                  Un caso particular son los adolescentes, con los cuales tenemos ahora una oportunidad para hablar de sus inquietudes y gustos, que en circunstancias normales pocas veces expresan.

Es muy importante limitar la cantidad de información sobre el virus que recibimos a través de los medios. Obviamente, sí estaremos atentos  a las instrucciones que las autoridades vayan dando. Pero para eso basta con escuchar uno de los noticiarios, no estar permanentemente conectados a las redes sociales y a los debates. Sobre todo, porque necesitamos desarrollar nuestra vida familiar con la mayor normalidad posible. Esto no supone que se oculte el tema a los niños, al contrario, es bueno que ellos reciban respuesta a sus preguntas, y que nosotros escuchemos cuáles son sus temores y fantasías sobre la pandemia. Sus dibujos representando al virus o a la situación que estamos viviendo ayudarán a exteriorizarlo.

Por otra parte, es bueno que aprovechemos la tecnología para que los niños se mantengan en contacto con sus compañeros de clase, con sus abuelos y primos, e incluso para hacer nuevos amigos. A través de internet están viajando estos días sus dibujos, sus juegos, y abundantes besos y abrazos.

Por último los padres, que han de cuidar de que cada día todo funcione, deberán reservarse tiempo para ellos, para disfrutar de las conversaciones de adultos, de lectura, música, películas o cualquier clase de ocio doméstico. También necesitamos ese tiempo para pensar en los proyectos profesionales cuando se retome la actividad, o en las próximas vacaciones. Y finalmente, un poco de actividad física o unos ejercicios de relajación les ayudarán a descansar mejor.

Leer más:

https://www.unicef.org/coronavirus/covid-19-parenting-tips

 

 

ADRENARQUIA, UNA CONSULTA FRECUENTE

Durante el verano, a pesar de llevar ropa más ligera y de pasar el día dándose chapuzones en la piscina, Inés empezó a tener un olor corporal más pronunciado. Lo atribuimos en principio al calor propio de esas fechas y a su incesante actividad. Pero cuando comenzó el curso se convirtió en un problema, y motivo de comentarios entre las compañeras. No bastaba con ducharla y cambiarle de ropa dos veces al día, incluso el desodorante resultó ineficaz. Consultamos al pediatra, que descubrió al explorarla algunos vellos en sus genitales.

Pensamos que aquello significaba que Inés, con sólo 7 años, estaba iniciando el desarrollo. Pero el pediatra nos tranquilizó, explicándonos que no es infrecuente en nuestra población, que algunas niñas presenten vello púbico o axilar desde esta edad, acompañándose de aumento del olor corporal e incluso de acné leve. Nos preguntó si en la familia existían casos de pubertad precoz, y si alguna de las mujeres de la familia padecía de hirsutismo (exceso de vello) o esterilidad. A pesar de que no había antecedentes de ese tipo, mandó hacerle algunos análisis.

La razón de estos cambios es un aumento de hormonas de las glándulas suprarrenales. Estas glándulas, de pequeño tamaño y situadas sobre ambos riñones, segregan hormonas capaces de estimular la aparición de vello y de provocar los síntomas que observamos en Inés. Se trata de algo normal durante el crecimiento, y en muchos niños pasa desapercibido. Pero también existen defectos genéticos leves que afectan al funcionamiento de las glándulas suprarrenales y pueden manifestarse de forma similar, por lo que conviene descartarlos. No porque representen un riesgo inmediato para la salud de la niña, sino porque a largo plazo pudieran ocasionarle alteraciones en sus ciclos y en su fertilidad, y durante la pubertad podrían provocarle la aparición de excesivo vello y de acné. Se trata de trastornos hereditarios, y suele haber algún familiar cercano con síntomas parecidos.

Las pruebas pronto confirmaron que Inés estaba atravesando la etapa conocida como Adrenarquia, un cambio hormonal fisiológico que no precisa tratamiento. Afortunadamente su problema de olor corporal ha disminuido, y el vello no se ha extendido más.

Al contrario que en las niñas con pubertad precoz, la adrenarquia no provoca un aumento de talla acelerado, aunque puede coincidir con el brote intermedio de crecimiento que todos los niños experimentan entre los 7 y 8 años. La maduración de los huesos, que puede observarse en la radiografía de la mano, tampoco está adelantada en estos casos. Si junto a la aparición de vello, la niña mostrase desarrollo mamario, probablemente se trate de una pubertad precoz y será oportuno realizar el estudio y tratamiento sin demora.

NO SÓLO JUGUETES

Los niños son los protagonistas absolutos de la fiesta de los Reyes Magos, aunque algunos adultos nos dejemos llevar también por la magia de ese día, y volvamos a mirar con sorpresa e ilusión los paquetes amontonados en torno a nuestros zapatos. Pero como padres tenemos la responsabilidad de elegir bien los regalos de nuestros hijos. Y las opciones, dentro de las posibilidades económicas de cada cual, son tan variadas que cuesta mucho decidir.

El juguete educa a la vez que divierte, sirve para relacionarse con otros niños y tiene que ser adecuado a cada edad. Y además tiene que ser seguro, como todo lo que rodea al niño. Lo principal es que no pueda ser causa de accidentes. Por ejemplo, si hay piezas pequeñas (ruedas de cochecito, cuentas de collares, canicas o botones) que el niño (o su hermano pequeño) puedan tragarse. O si contiene materiales que puedan romperse fácilmente y convertirse en aristas cortantes. Cuidado con los juguetes eléctricos: si hay que enchufarlos a la red, un adulto deberá siempre vigilar la seguridad de las conexiones; si llevan pilas de botón, comprobar que los pequeños no tengan acceso a ellas y puedan ingerirlas. Los juguetes suelen tener colores vivos. Hay que estar seguro de que la pintura utilizada no es tóxica. Las siglas CE nos ayudan a distinguir qué juguetes siguen la normativa de seguridad europea en todos estos aspectos.

Y además está el sentido común. Cuando el niño recibe una bicicleta o unos patines por primera vez, esperaremos a que domine su manejo antes de permitirle circular con ellos en la vía pública. Y aunque proteste, le haremos ponerse siempre el casco y las protecciones.

Hay otros riesgos más sutiles que los accidentes. Por ejemplo, si regalamos una consola para videojuegos a un niño con sobrepeso, no conseguiremos que haga más ejercicio. Y si llenamos de peluches la habitación de un niño asmático, agravaremos sus crisis.

Aunque procuraremos respetar los gustos del niño, no dejaremos que la elección del juguete dependa de los anuncios de la televisión o de la imitación de los compañeros de la escuela. No esperaremos a última hora para ayudarle a elegir. La elección del juguete es también una ocasión para educarle, para despertar su curiosidad y para desarrollar sus capacidades. Una muy importante, la capacidad para compartir con los demás, se fomentará mejor con juegos que requieran la participación de otros. Eso sí, los padres deberemos estar dispuestos a jugar con ellos cuando no haya otro compañero disponible.

La escena se repite cada 6 de Enero. Pasados los primeros momentos de febril excitación mientras abren los envoltorios, el niño agarra uno de los juguetes y parece olvidarse de todos los demás. Probablemente esto nos esté indicando que no necesitamos abrumarle con tantos regalos de una sola vez. En los armarios y estanterías acaban acumulándose demasiados de un año al siguiente. Si los Reyes no están dispuestos a limitar sus regalos este año (los de los abuelos, los tíos, la madrina, etc.), la solución puede ser a la vez práctica y educativa: pedir al niño que se desprenda de algunos juguetes del año anterior para hacer sitio a los que vendrán.Si están aún en buenas condiciones, podrá llevarlos a las colectas solidarias que se organizan cada Navidad.

Algunos creen que estas fiestas han perdido su significado, para convertirse en una mera oportunidad para los comercios. Son las familias las que pueden conservar la magia y la ilusión para los más pequeños, estimulando su fantasía y procurando dedicarles el tiempo que se merecen, antes, durante y después de su fiesta de Reyes.

Yuriana y Jia Li han crecido mucho este verano

La profesora notó el cambio al verlas entrar a clase el primer día. No era sólo que habían ganado unos centímetros más que las otras niñas, sino también algo en la expresión de sus caras, en su complexión y hasta en sus movimientos. Y tal vez su carácter, algo rebeldes aunque más participativas. Al comentarlo con las madres a la salida del colegio, éstas admitieron que habían apreciado un estirón importante, cambios en el comportamiento y aumento del apetito. Poco tiempo después las niñas empezaron a notar ligeras molestias en los pechos, y las madres descubrieron un ligero abultamiento bajo el pezón. Yuriana y Jia Lin fueron adoptadas, una de Sudamérica, la otra de China, entre los dos y los tres años de edad. Ahora estaban a punto de cumplir los siete, saludables y felices con su nueva familia y con sus compañeros de clase.

La consulta al pediatra no se hizo esperar. Éste preguntó por los antecedentes de enfermedades y tratamientos recibidos, hábitos de alimentación y sueño, y sobre el ambiente físico: contacto con fincas o invernaderos donde se utilicen plaguicidas. Porque aunque desde hace años se ha prohibido el uso del DDT y similares en los países desarrollados, es posible que en los lugares de origen de estas niñas aún se utilicen. Y este tipo de plaguicidas pueden tener efectos hormonales en los seres humanos, especialmente los niños de corta edad.  También se ha de prestar atención al consumo de vísceras (hígado, riñones) y al de pollo (especialmente la piel), porque en la grasa de los animales se concentran los anabolizantes añadidos a los piensos que se emplean para su alimentación. La normativa europea es bastante estricta al respecto, pero no podemos estar tranquilos si la procedencia del alimento es de fuera de la UE.

Pero en la mayor parte de los casos, el desarrollo precoz en las niñas no se debe a contaminantes ambientales, aunque la lista de los llamados disruptores hormonales no deja de crecer, y están presentes en objetos de uso diario como los plásticos (juguetes, envases).

La pubertad se pone en marcha normalmente obedeciendo a un reloj interno que es regulado de manera compleja en el cerebro. La nutrición, y las señales procedentes del tejido adiposo, influyen en esa regulación. Por eso la edad de la primera regla en los países europeos cambió durante el siglo XX desde los 18 años a los 12 años actuales, a medida que las condiciones de vida mejoraban. En nuestro medio, la edad normal del desarrollo comienza a los 8 años en las niñas y a los 9 años en los varones. A partir de esa edad pueden producirse los cambios característicos (botón mamario en las niñas, aumento de tamaño de los testículos en los varones), aunque muchos chicos y chicas comienzan más tarde. Y en cada caso varía el ritmo con el que progresa la pubertad, en unos más rápido, completándose en año y medio, y en otros hasta en 4 años. Las niñas toman la delantera en lo que se refiere al estirón de talla, que empieza con los primeros cambios físicos. Los varones tardan aproximadamente un año en acelerar su crecimiento desde del comienzo de la pubertad. Por eso las niñas lucen mayores que los niños cuando alcanzan los 10-11 años.

El pediatra prescribió análisis y ecografía a Yuriana y a Jia Lin, enviándolas después al especialista. Al poco tiempo ambas estaban siguiendo un tratamiento que permite frenar la progresión de la pubertad, retrasándola hasta una edad normal. De ese modo conseguimos que ellas sigan disfrutando de su infancia y no se sientan diferentes entre sus compañeras. Por otra parte, la pubertad precoz disminuye la talla final porque genera un crecimiento rápido pero limitado de los huesos, algo que puede evitarse con el tratamiento. Pero es importante iniciarlo pronto para lograr los mejores resultados.

ALERGIAS Y LECHE MATERNA

La lactancia natural protege al bebé contra las infecciones. Es obvio que, en los países donde no se puede disponer de agua potable, la única alimentación segura es el pecho, que mantendrá al lactante a salvo de bacterias y parásitos. Pero incluso en nuestro medio, la protección de la lactancia natural contra las infecciones es relevante. No se trata sólo de las llamadas “defensas” que la madre transmite y contribuyen a suplir la inmadurez de las del bebé, cuyo sistema inmunológico tardará meses en estar preparado. Aparte de las inmunoglobulinas (defensas), la leche materna contiene proteínas capaces de eliminar bacterias o de impedir su proliferación. Es el caso de la lactoferrina, que se une al hierro impidiendo que las bacterias lo utilicen, o la lisozima, que rompe las membranas exteriores de los gérmenes, o las citoquinas que modulan la respuesta inflamatoria, a través de la cual las células defensivas acuden para eliminar a las bacterias.

Las alergias a alimentos han aumentado muy rápidamente en los últimos años. Alrededor de un 10% de los niños padecen antes de los 5 años de edad alguna alergia a alimentos. Las razones del aumento de las alergias no están claras.

En este aspecto, ¿cuál es el papel de la lactancia materna? Inicialmente se encontraron evidencias de que evitaba el desarrollo de alergias. Mantener la lactancia natural hasta los 6 meses protegería de la alergia alimentaria y del eccema hasta los 3 años, y del asma incluso hasta la adolescencia. Sin embargo, otras investigaciones indican que en algunos casos puede  favorecer la aparición de alergias. Algunos alérgenos, como los de los ácaros o los cacahuetes, se transmiten a través de la leche humana Por último, si la madre sigue una dieta rica en grasas saturadas y con escaso contenido en ácidos grasos Omega3, podrían aumentar las alergias en el niño.

Las recomendaciones actuales insisten en las ventajas de la lactancia natural, incluso en los bebés de familias propensas a las alergias. No se aconseja limitar o retrasar alimentos potencialmente alergénicos. Se ha comprobado que cuanto más tardía la introducción de la alimentación complementaria, menos probable es que la tolere el niño. Igualmente, no se recomienda limitar la alimentación de la madre durante la gestación o mientras esté lactando como medio de evitar alergias. Por otra parte, en niños con antecedentes familiares de alergia deben excluirse las leches infantiles durante los primeros 4 meses, salvo que sean hidrolizados apropiados para niños con alergia a proteínas de la leche de vaca.

Se investiga actualmente la influencia de la flora intestinal o microbiota en la aparición de alergias. Si la madre ingiere probióticos como Lactobacillus reuteri, éstos se transmitirán al bebé a través de la leche. La propia leche contiene sustancias que favorecen cambios beneficiosos en la flora intestinal e impiden la invasión por gérmenes patógenos. Sin embargo, todavía no sabemos si administrar probióticos evitaría la aparición de alergias.

No hay que olvidar que las alergias se producen en personas que están genéticamente predispuestas, y que a lo largo de la vida su sistema inmunológico se va a sensibilizar a diferentes sustancias (alimentos, contaminantes, etc.) dependiendo de la vía por la que entre en contacto con ellas (cutánea o digestiva, por ejemplo), de la naturaleza de esas sustancias y de los cambios que éstas puedan sufrir, como en  la cocción de un alimento.

El sistema inmunológico responderá de forma distinta a diferentes edades, dependiendo también del estado de salud, de la nutrición, del stress, etc.

Posiblemente haya que esperar algún tiempo para saber con certeza el papel que la lactancia materna juega en este complejo proceso

Gabriel ha vuelto a orinarse en la cama.

Al  principio pensamos que las emociones de los primeros días de clase le alteraban el sueño, o que tal vez deberíamos culpar a su resfriado, o incluso a que en el cumpleaños de Miguelito tomó demasiados refrescos. Cuando comenzó a repetirse varias noches seguidas, optamos por restringirle los líquidos desde la hora de la merienda. Pero nos dimos cuenta de que tenía una sed exagerada, y durante todo el día bebía una gran cantidad de agua. Y no era una simple llamada de atención, porque apuraba los vasos hasta el final y aún pedía más.

Consultamos a su pediatra, que nos preguntó si Gabriel estaba más irritable o cansado, y después de pesarlo y medirlo comprobó que había adelgazado desde la revisión de los 5 años, apenas 3 meses antes. Nos extrañó aún más porque estaba con un apetito excelente, mejor que nunca. El pediatra quiso confirmar su sospecha y en la misma consulta obtuvo una gota de sangre puncionando un dedito de Gabriel, y comprobó la cifra de glucosa: 300mg/dl, cuando lo normal es que no pase de 100mg/dl. A partir de ese momento supimos que Gabriel tiene diabetes. Sin tardanza, el pediatra nos envió al Hospital para empezar su tratamiento.

Ha pasado ya un año desde ese día, pero recuerdo perfectamente la angustia con la que recibimos la noticia, cómo intentamos buscar otra posible explicación, y cómo buscamos desesperadamente en Internet una cura para Gabriel. Pero la realidad es tozuda. Y tuvimos la suerte de encontrar un equipo de profesionales que nos ayudaron a aceptarla, y lo que es más importante, nos enseñaron las bases del tratamiento de la diabetes: el manejo de la insulina, la dieta, los controles de glucosa y el ejercicio. En unos días éramos capaces de interpretar las cifras de glucosa (Gabriel se dejaba pinchar los dedos sin protestar), de inyectarle la insulina y de contar la cantidad de hidratos de carbono de sus comidas. Por cierto, que sus comidas son ahora más saludables, pero no más aburridas, porque sólo hemos prescindido de las chucherías y puede comer el menú normal del colegio. Ya le hemos apuntado al fútbol, y los días en que no lo practica le llevamos al parque, donde también hace ejercicio.

Gabriel es bastante sano, pero cuando agarra un resfriado u otra infección, tenemos que ajustar las dosis de insulina, porque las cifras de glucosa aumentan. Otras veces, si tiene náuseas o vómitos, hay que suministrarle líquidos azucarados y reducir la cantidad de insulina. Nos hemos vuelto unos expertos adivinando cuando le baja demasiado la glucosa. Porque si se pone a jugar, quema muchísima energía, y sin él darse cuenta, baja muy rápidamente el azúcar en sangre. Pero siempre le comprobamos la glucosa antes y después del deporte, y cuando consideramos que el ejercicio va a ser muy intenso, le damos alguna ración de hidratos de carbono suplementaria.

Durante el curso, no ha tenido que faltar a clase más que otros compañeros. Ellos saben que tiene diabetes, le han visto hacerse controles con su glucómetro, pero Gabriel participa con ellos en todas las actividades en clase y en el patio. Nos alegramos de que siga siendo uno más. Además, no nos sentimos solos. Aparte de contar con el  equipo profesional, hemos conocido a otros padres y pacientes diabéticos. Hay muchos, según las estadísticas, 12 nuevos casos de Diabetes Mellitus tipo 1 por 100.000 habitantes cada año, y aumentando un 3% anual, sobre todo en niños pequeños como Gabriel. También están los diabéticos de tipo 2, que ya son un 13% de la población adulta. Y sabemos que alrededor del mundo hay miles de personas trabajando para crear mejores tratamientos para la diabetes. Y que la curación está cada vez más cerca.

EL INVIERNO, LOS RESFRIADOS Y EL COLEGIO

Desde que acaba el verano y empiezan las clases,  volvemos a encontrarnos con las infecciones de vías respiratorias altas, comúnmente resfriados, que afectan a toda la familia, pero especialmente a los niños. La mayoría de los resfriados curan en pocos días, con sus etapas de congestión, goteo nasal y tos. A veces aparece fiebre o disminuye el apetito. Pero es raro que se compliquen dando lugar a bronquitis o neumonía, sinusitis u otitis. El problema es que a lo largo del curso escolar vamos a sufrir media docena o más de episodios, y dependiendo de la frecuencia con la que se presenten, los padres van a plantearse si es que el niño es más vulnerable de lo normal, porque sus defensas están bajas.

Pero antes hay que tener en cuenta muchos otros factores. Por ejemplo, el primer año de guardería es normal que el niño enferme con más frecuencia que los sucesivos; a medida que su inmunidad va reconociendo más gérmenes, el organismo se defiende mejor de ellos. Si en la clase hay 30 niños, la probabilidad de ser contagiado es mayor que si sólo hay 10 o 15 niños. Si les enseñamos a lavarse las manos con frecuencia, y a taparse la boca cuando tosen o estornudan, conseguiremos disminuir los contagios en la pequeña comunidad escolar. Los lavados nasales con solución salina no sólo alivian la congestión nasal, sino que favorecen la eliminación de secreciones y de gérmenes.

Pero ¿Se puede hacer algo más para evitar los resfriados? Las vacunas usuales protegen contra otras enfermedades más graves, pero no aumentan la protección contra los virus que ocasionan los resfriados. La vacuna de la gripe está especialmente indicada en niños con asma o diabetes, entre otras enfermedades, y también en sus familiares y contactos, como el personal sanitario. Se ha postulado la vacunación contra la gripe de los niños como medio para proteger a los adultos del contagio.

Los antibióticos no tienen efectos sobre los virus que ocasionan el resfriado. Pueden estar indicados sólo si se producen complicaciones de tipo bacteriano (neumonía, otitis). Tampoco los broncodilatadores (aerosoles) serán de utilidad, salvo en los pacientes asmáticos cuyas crisis se desencadenen a raíz de una infección viral.

¿Qué papel juega la nutrición para evitar las infecciones respiratorias? Si bien la malnutrición predispone a todo tipo de infecciones, una nutrición equilibrada no garantiza la protección contra los virus. Es conmovedor que las madres intenten evitar los resfriados con suplementos de vitaminas o jalea real, pero lo cierto es que eso no funciona.

Últimamente se han desarrollado medicamentos que muestran alguna eficacia reduciendo los episodios de resfriado. Unos provienen de la fitoterapia tradicional, como la Equinácea, y otros se basan en estimular la inmunidad mediante lisados de bacterias o con probióticos. Hay trabajos publicados que demuestran efectos beneficiosos, pero aún no hay recomendaciones firmes de las sociedades científicas.

Entretanto, las medidas de higiene y los tratamientos sencillos para aliviar los síntomas pueden ayudar a capear el invierno que se avecina. Y una vez más, las abuelas serán imprescindibles, cuidando de los niños enfermos en casa para que los padres puedan acudir  a sus trabajos.

ADOPCIÓN: EL PAPEL DEL PEDIATRA

Adoptar un niño es una decisión importante en la vida de las familias, a la que se llega después de sopesar mucho todas sus consecuencias, y adquiriendo un serio compromiso, no sólo con el propio niño, sino con la pareja y con la sociedad. Las dificultades que enfrentan los futuros padres empiezan por el galimatías legal que rodea el proceso de la adopción, más aún si el niño procede de un país extranjero. Y la economía de la familia es también un factor decisivo, como se puede deducir de la drástica reducción (61%) de adopciones internacionales durante los años de la crisis.

Las preferencias de las familias pueden variar, pero generalmente se inclinan por un recién nacido o un bebé de pocos meses, varón y… por supuesto, sano. Y en lo que concierne a salud, los futuros padres procurarán obtener toda la información posible del centro de origen, y no siempre es fácil, sobre todo si el niño procede del extranjero. Algunos países ponen como condición que el niño tenga alguna enfermedad o defecto congénito para permitir su adopción internacional. Las organizaciones que se ocupan de los trámites obtienen a veces informes médicos que exageran el problema, para salvar esa dificultad. Otras veces el informe es deliberadamente confuso y omite enfermedades o minusvalías. Una información tan básica como el calendario de vacunas puede llegar a ser imposible de obtener.

El papel del pediatra comienza antes de la llegada del niño al hogar, instruyendo a los padres primerizos sobre la puericultura básica, y orientando también sobre los cuidados concretos que el niño precise por sus problemas de salud. Los padres pueden así planificar la acogida con tiempo, y no verse desbordados después. Cuando el niño acuda a su primera revisión con el pediatra, éste pondrá en orden toda la información previa, realizará un examen físico minucioso y  prescribirá las pruebas (análisis, radiografías) convenientes. Probablemente haya que iniciar o completar el calendario de vacunas. Debe advertirse a los padres sobre las posibles dificultades de adaptación del niño, en horarios, alimentación y sueño. El niño mayor puede mostrarse huraño, triste o ansioso, y apático o disruptivo en el colegio. El adolescente que haya  experimentado el paso por diferentes instituciones o familias, cuestionará las normas del nuevo hogar y los padres tendrán que lidiar con un proceso de adaptación más complicado.

En las semanas y meses siguientes va a ser imprescindible el contacto del pediatra con la familia, tanto para temas de salud como para resolver las dudas sobre la educación del niño. Tras la adopción, algunos niños experimentan un crecimiento acelerado, recuperando el peso y la talla que les corresponde. A veces esto puede tener también aspectos negativos, como el desarrollo de obesidad o la aparición de pubertad precoz en las niñas. La alimentación debe ajustarse a las necesidades del crecimiento, pero evitando los excesos o las dietas caprichosas. Los padres deben convencerse de que no hace falta colmar de regalos o de golosinas al niño.

El niño adoptado hará preguntas sobre su familia de origen, cuya respuesta estará en función de su capacidad de comprensión, pero tendrá que ser  veraz y desprovista de juicios de valor. Los padres estarán siempre dispuestos a hablar de ese tema sin incomodarse por ello.  Y es conveniente explicarle los diferentes tipos de familia que existen, con uno o con dos progenitores, con hijos que proceden de diferentes uniones, etc.

Conocer aspectos del país y la cultura de origen puede ayudar al niño a aceptar su identidad. También habrá que estar preparados para afrontar actitudes racistas del entorno, en caso de adopción interracial.

En resumen, el apoyo del pediatra puede facilitar el que las familias de adopción desarrollen todo su potencial de acogimiento y afecto hacia el niño, y que este goce de una infancia feliz.