ALERGIAS Y LECHE MATERNA

La lactancia natural protege al bebé contra las infecciones. Es obvio que, en los países donde no se puede disponer de agua potable, la única alimentación segura es el pecho, que mantendrá al lactante a salvo de bacterias y parásitos. Pero incluso en nuestro medio, la protección de la lactancia natural contra las infecciones es relevante. No se trata sólo de las llamadas “defensas” que la madre transmite y contribuyen a suplir la inmadurez de las del bebé, cuyo sistema inmunológico tardará meses en estar preparado. Aparte de las inmunoglobulinas (defensas), la leche materna contiene proteínas capaces de eliminar bacterias o de impedir su proliferación. Es el caso de la lactoferrina, que se une al hierro impidiendo que las bacterias lo utilicen, o la lisozima, que rompe las membranas exteriores de los gérmenes, o las citoquinas que modulan la respuesta inflamatoria, a través de la cual las células defensivas acuden para eliminar a las bacterias.

Las alergias a alimentos han aumentado muy rápidamente en los últimos años. Alrededor de un 10% de los niños padecen antes de los 5 años de edad alguna alergia a alimentos. Las razones del aumento de las alergias no están claras.

En este aspecto, ¿cuál es el papel de la lactancia materna? Inicialmente se encontraron evidencias de que evitaba el desarrollo de alergias. Mantener la lactancia natural hasta los 6 meses protegería de la alergia alimentaria y del eccema hasta los 3 años, y del asma incluso hasta la adolescencia. Sin embargo, otras investigaciones indican que en algunos casos puede  favorecer la aparición de alergias. Algunos alérgenos, como los de los ácaros o los cacahuetes, se transmiten a través de la leche humana Por último, si la madre sigue una dieta rica en grasas saturadas y con escaso contenido en ácidos grasos Omega3, podrían aumentar las alergias en el niño.

Las recomendaciones actuales insisten en las ventajas de la lactancia natural, incluso en los bebés de familias propensas a las alergias. No se aconseja limitar o retrasar alimentos potencialmente alergénicos. Se ha comprobado que cuanto más tardía la introducción de la alimentación complementaria, menos probable es que la tolere el niño. Igualmente, no se recomienda limitar la alimentación de la madre durante la gestación o mientras esté lactando como medio de evitar alergias. Por otra parte, en niños con antecedentes familiares de alergia deben excluirse las leches infantiles durante los primeros 4 meses, salvo que sean hidrolizados apropiados para niños con alergia a proteínas de la leche de vaca.

Se investiga actualmente la influencia de la flora intestinal o microbiota en la aparición de alergias. Si la madre ingiere probióticos como Lactobacillus reuteri, éstos se transmitirán al bebé a través de la leche. La propia leche contiene sustancias que favorecen cambios beneficiosos en la flora intestinal e impiden la invasión por gérmenes patógenos. Sin embargo, todavía no sabemos si administrar probióticos evitaría la aparición de alergias.

No hay que olvidar que las alergias se producen en personas que están genéticamente predispuestas, y que a lo largo de la vida su sistema inmunológico se va a sensibilizar a diferentes sustancias (alimentos, contaminantes, etc.) dependiendo de la vía por la que entre en contacto con ellas (cutánea o digestiva, por ejemplo), de la naturaleza de esas sustancias y de los cambios que éstas puedan sufrir, como en  la cocción de un alimento.

El sistema inmunológico responderá de forma distinta a diferentes edades, dependiendo también del estado de salud, de la nutrición, del stress, etc.

Posiblemente haya que esperar algún tiempo para saber con certeza el papel que la lactancia materna juega en este complejo proceso