Un estruendo de cristales rotos cuando estalla el escaparate del supermercado y después, la gente entrando en tropel, luchando por acaparar los alimentos que desaparecen rápidamente de los estantes… Afortunadamente no es más que una pesadilla con la que me despierto estos días de incertidumbre y tensión emocional por la cuarentena.
Pero es verdad que las estanterías de los supermercados se vacían rápidamente por las mañanas. Tal vez haya menos personal para reponer, o estamos acumulando de forma poco racional alimentos y otros productos (¡papel higiénico!) como si fuese a acabarse todo en cuestión de días. Sabemos que no va a suceder, pero aumentamos la compra compulsivamente.
Al llegar a casa, apenas encontramos lugar para todo lo que hemos adquirido. Lo peor: los alimentos perecederos, porque la nevera no alcanza para tanto, y aún menos el congelador. Una compra previsora incluiría conservas de lata o en bote de cristal, legumbres secas, fruta fresca para la semana, frutos secos, huevos y las carnes y verdura fresca o congelada que vayamos a consumir. La leche en envases de cartón o la leche en polvo se conservan bien a temperatura ambiente. Atención a la caducidad de los postres lácteos que precisan nevera. El pescado congelado o en conserva mantiene todo su valor nutricional.
Los niños están confinados en casa, ya no comen en el colegio, y hay que preparar sus cuatro o cinco comidas diarias. Para ellos es una situación inusual, y esperan que, como durante las vacaciones, se les permitan menús improvisados (pizzas, sándwiches). Por otra parte, los papás tienen un repertorio limitado de recetas y si deben atender a su trabajo telemáticamente, carecen de tiempo para esmerarse en la cocina. Hay muchos sitios en internet donde aprender recetas fáciles y apropiadas para los niños. Pero hay que estar atentos a su composición.
Porque por breve que vaya a ser el paréntesis de la cuarentena, los niños deben seguir recibiendo una dieta equilibrada: Verdura fresca o cocinada a diario, fruta dos veces al día, legumbres dos veces por semana, alternar carnes, pescado o huevo durante la misma, arroz, papas, pan o pasta en cantidad proporcionada, y al menos, dos raciones de lácteos diarias. Hay que tener en cuenta que la actividad física se ha reducido al mínimo en los niños confinados en un piso, y su gasto en calorías ha disminuido considerablemente. Por lo tanto, seremos más estrictos evitando cualquier alimento superfluo (golosinas, aperitivos) y ajustando las raciones, especialmente en los que ya tienen sobrepeso. Los niños pueden entender, a su nivel, las circunstancias excepcionales que estamos atravesando, y que hay que continuar con unos horarios estables, tanto de comidas como de sueño, como para hacer los deberes y para jugar.
También esta cuarentena ofrece oportunidades. El tiempo que disfrutamos ahora con los niños nos permite ayudarles en sus tareas, escuchar sus opiniones y su particular visión de estos días de confinamiento, y además mejorar algunos aspectos de su educación. Ya que van a estar ahí mientras ponemos la mesa o preparamos la comida, les haremos participar en la confección de los menús, comprender lo que contiene cada plato y qué cosas no pueden faltar. Seguramente lo captarán enseguida y se convertirá en un juego, ya que ellos poseen la magia para hacerlo.
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